sábado, 31 de octubre de 2009

Un poema para la noche de difuntos

ALEJÁNDOME DEL CORRELATO OBJETIVO


Yo, que he visto a la muerte muy de veras
en la piel amarilla de mi abuelo,
tumbado sobre el lecho y a la espera
de partir con el máximo silencio;

yo, que he visto a la muerte entre los huesos
del cuerpo devorado de mi padre
por las huestes del cáncer del infierno,
un combate de fuerzas desiguales;

yo, que he visto la muerte de mi abuela,
y en mis brazos sentí su último aliento,
con el rictus pacífico y sin queja
del que arriba en el reino de los cielos;

yo, que he visto a la muerte tan de cerca,
acampada a la puerta de mis días,
no mostraré respeto cuando vuelva.
Sin lágrimas será mi bienvenida.

viernes, 30 de octubre de 2009

Presentación de Ahora




El próximo viernes 6 de noviembre, en la serie de actos que dirige Antonio Merallo, en el Centro de cultura Antiguo Instituto de Gijón, a las 20: 00, Vicente García presentará su último libro: Ahora (Poesía 1992-2008). En este libro reune sus trabajos publicados anteriormente: De ayer a hoy, Días de tormenta, y el cuaderno Ficciones; además de un nuevo poemario que da título al conjunto.Tengo la suerte de contar en mis anaqueles con todos estos ejemplares.
Desde sus primeros versos de Ficciones, podemos destacar la hondura de su voz (apenas contaba el autor con veintidós años) y la nobleza de su endecasílabo, que se acrecentará a lo largo de estos dieciséis años. Vicente es de esos poetas que merecen la pena pero, por diversos motivos, no tienen el reconocimiento de su valía. Vicente forma parte de ese grupo de escritores que tanto me agradan: los que no precisan de la farándula literaria, ni del peloteo rancio, ni siquiera de tener que llamar a las puertas de los premios de cuestionada reputación. Vicente García no escribe por escribir o para verse en los estantes de las librerías o para creerse mejor que nadie, no. Sencillamente escribe por la necesidad de sacar a la luz lo que lleva dentro, lo auténtico, lo genuino. Es, con seguridad, uno de los poetas más coherentes que conozco. A mí me ha ganado desde hace tiempo y, sin duda, sus versos han calado en mi memoria, aunque Vicente sea escéptico en este asunto:


QUIERO CREER


Quiero creer que un día, cuando todo termine,
alguien se acordará de estas palabras.

Que alguien se acordará
del amor y la fe que puse en unos versos
que osasen desafiar la ley del tiempo.

Y que, después de todo,
todo tuvo sentido.



Vicente García:
-Ficciones, Oviedo, Reloj de arena, 1993.
-De ayer a hoy, Sevilla, Renacimiento, 1996.
-Días de tormenta, Servicio de publicaciones del Principado de Asturias, 1999.
-Ahora (Poesía 1992-2008), Sevilla, Renacimiento, 2009.

Recomendaciones II

Ayer por la tarde un amigo mío, colega de versos, después de leer mi entrada "Recomendaciones" me envió un e-mail llamándome mentiroso. Decía que yo siempre ando recomendando los mismos autores: que si Wilde por aquí, Housman por acá, Eliot por allá. Que si me pongo pesado con Cereijo, lo mismo que con Martínez Mesanza y no menos con Wolfe, ... que si no callo la boca con el "triunvirato asturiano" de Almuzara, Fueyo y Piquero... y qué decir de los Panero: Juan Luis y Leopoldo (padre, claro), que parece que ya formo parte de la familia. En definitiva: que soy un pesado. Y es verdad, estos nombres son dignos de recomendar a cualquiera; siempre y cuando el cualquiera tenga un mínimo de gusto literario. Por ejemplo, si estos nombres se los citas a unos anónimos redactores de un blog de crítica literaria -de cuyo nombre no es que no quiera acordarme es que sencillamente no me acuerdo- que pulula por la red, seguro que son incapaces de ver la grandiosidad que hay tras los versos de estos insignes apellidos. Y es que, a veces, la mediocridad ciega, y mucho.

Esto me recuerda que hace años -creo que unos cinco- Sofía Castañón me pidió que recomendara tres libros en su programa "Señalados". Para ser políticamente correcto, recomendé un libro por género. Pic-nic, de Arrabal; Cuentos, de Oscar Wilde y Autopsia, de José Luis Piquero. A día de hoy, los seguiría recomendando; e incluso añadiría El fin de semana perdido -del que daré cuenta otro día-, en el que Piquero completa su magnífica Autopsia.

A continuación ofrezco, sin que valga de precedente, una lista de la que para mí es la mejor obra de los autores antes citados:



-Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, trad. de Luis Antonio de Villena, Madrid, Visor,1995.
-A.E. Housman, A un joven atleta muerto, trad. de Juan Bonilla, Valencia, Pre-Textos, 1995.
-
T. S. Eliot, Cuatro cuartetos, trad. de José María Valverde, Madrid, Alianza, 1999.
-José Cereijo, Las trampas del tiempo, Madrid, Hiperión, 1999.
-Julio Martínez Mesanza, Europa, Sevilla, Renacimiento, 1986.
-Roger Wolfe, Días sin pan, Sevilla, Renacimiento, 2007.
-Javier Almuzara, Constantes vitales, Madrid, Visor, 2004.
-Pelayo fueyo, Parábola del desertor, Madrid, Hiperión, 1997.
-José Luis Piquero, Monstruos perfectos, Sevilla, Renacimiento, 1997.
-Leopoldo Panero, Escrito a cada instante, Granada, Comares, 2007.
-Juan Luis Panero, Juegos para aplazar la muerte, Sevilla, Renacimiento, 1984.


jueves, 29 de octubre de 2009

Versos que no se olvidan

Cuando me preguntan si me sé algún poema de memoria siempre respondo con los siguientes versos de Martínez Mesanza. Uno de los mejores poemas de los últimos veinticinco años:

Nunca he visto gozosa a la discordia.
No conozco el olor que tiene el campo
después de la batalla. Nunca he visto
caballos sin jinete entre las picas
vagar y entre los muertos. No conozco
la voluntad de ser invulnerable
ni el estupor que nace con la herida.



Julio Martínez Mesanza, Europa, Sevilla, Renacimiento, 1986.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Coincidencias

Tengo la costumbre de preguntar a un escritor, cuando lo conozco, por sus gustos literarios. Qué figuras le sirven de referente en su producción; cuales le han forjado como poeta; qué está leyendo últimamente... Una serie de interrogantes que me ayudan a descubrir al lector que todo escritor lleva dentro. Normalmente, por no decir siempre, la calidad de las lecturas están relacionadas con la calidad de su escritura; con lo cual no suelo sorprenderme con los gustos de mis colegas.

El otro día asistí a un recital de Roger Wolfe en el "Aula de las metáforas", en Grado. Allí el señor Wolfe llevaba consigo, además de varios de sus libros y manuscritos inéditos, la Poesía completa de T. S. Eliot; concretamente la versión de José María Valverde, de la cual leyó un poema. Me sorprendió, gratamente, ya que yo estaba leyendo ese mismo libro durante esos días. Coincido con Roger Wolfe -por supuesto, en el buen gusto como lector- en que la obra de un poeta no es sólo aquella que escribe, sino que comienza con los versos que la forjan.

viernes, 2 de octubre de 2009

Recomendaciones

No me gusta recomendar libros. Me parece una tarea complicada dirigir la lectura a una persona ya que, por mucho que la conozca, mi gusto no tiene por qué ser de su agrado. Lo que a uno le parece magnífico e imprescindible a otro le puede parecer horrible e insulso. Por eso soy muy reticente a la hora de leer la recomendación de un amigo. Hace cuatro días a uno de ellos se le ocurrió regalarme un libro: evidentemente, me lo estaba recomendando desde hace semanas. Por desgracia, mi reticencia, en esta ocasión, estaba justificada. Pese a ser un poemario de una estética que me place, no consigue saciar mi apetito lector. Mi amigo, conocedor de mis altas expectativas, se limitó a destacar un poema del conjunto. En esto no se equivocó.

TELEGRAMA A TU ANCIANIDAD

Si por temor o por incertidumbre
esta noche no empujas esta puerta
tras la que está desnuda ya y despierta
la prohibida mujer llena de lumbre

te juro que después cuando seas viejo
y un día mires tu cara y tu memoria
brotarán hacia ti desde esta historia
culebras que te espanten el espejo.




Félix Grande, La canción de la tierra, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008.