miércoles, 4 de agosto de 2010

De los derroteros de la palabra

El otro día Martín llevó a la tertulia un libro curioso: De los derroteros de la palabra, de Atilano Sevillano. Una buena colección de microrrelatos que enganchan al lector desde la primera página. En el momento que se pronunció en voz alta el nombre del autor, las miradas de los presentes se volvieron hacia mí (supongo por si guardamos algún parentesco). Desconozco si tenemos algún lazo lejano, pero, por lo visto en el retrato que acompaña a la solapa, tiene rasgos propios de la familia (que mejor omito); además tuve la oportunidad de ver su letra, en una carta (en la que el autor quería darse a conocer por nuestro grupo), y, curiosamente, es bastante parecida a la mía. Seguramente no estaremos emparentados, pero nos une un gusto literario: Kafka, Borges, E. Anderson Imbert, Cervantes, Cortázar, Monterroso... También en el uso de ciertos recursos: juegos de palabras,  la admiración por la mitología, una leve tendencia a lo epigramático y, sobre todo, el culto de lo breve. Y muchas otras cosas que forman parte de este  bello libro que, sin dudarlo, firmaría con mi nombre.

SCHEREZADE
Los cuentos tienen sus falsificaciones. De boca a boca nos ha llegado el rumor de que la joven, bella y astuta Scherezade no relató mil y un cuentos. Tras narrar doscientos ochenta, lamentó estar falta de inspiración, y sólo se le ocurrió un relato hiperbreve.

ATLAS
Cuentan que en alguna ocasión Atlas se tomaba vacaciones. Es por ello por lo que a veces sentimos el peso del mundo a nuestras espaldas.

LA PALABRA MÁS BELLA
Se cuenta que un viejo filólogo había consumido toda su existencia persiguiendo la palabra más bella del idioma. Había examinado una y otra vez los volúmenes de su vasta biblioteca. Allí estaban bien encuadernadas todas las palabras existentes y no había podido dar con la más bella. la causa de su fracaso, según unos, quizá se debiera a su gran visión calidoscópica que le impediría aislar una palabra de entre las demás y así separarla y medir su armonía y dulzura, según otros, a su miopía crónica.

LA EXPERIENCIA EN LA MÁXIMA
El tiempo aquel en que las palabras eran recién estrenadas, bastaba con irse de la lengua.

CONCURSO DE EPITAFIOS
Una prestigiosa revista nacional convoca su bianual Concurso de epitafios. A la hora de la entrega de tan disputado galardón, el autor del texto premiado no acude. El insigne y reputado jurado nunca le ha perdonado la descortesía de  que ni si quiera hubiera presentado sus excusas.

CUENTAN
Desde antiguo cuentan que si pisas una flor azul matarás toda tu inspiración. A mí me lo contaron un día en que lamentaba estar falto de ella.

FRASE HECHA
 No tengo tiempo ni para morirme, repetía insistentemente. Y, para no tener que desdecirse, fue muriéndose un poco cada día.
 

Atilano Sevillano, De los derroteros de la palabra, Salamanca, Celya, 2010.

1 comentario:

  1. Tiene buena pinta (aunque yo sigo prefiriendo el triunfo de tu palabra)
    Un abrazo

    ResponderEliminar